¿Cómo se deberían vestir los abogados?
- Juan Felipe Parra Rosas
- 1 nov 2018
- 2 Min. de lectura
Con la Constitución de 1991, como lo señala Andrés Rodríguez, el Derecho se transformó en una disciplina cercana a las personas en donde las herramientas de defensa judicial pasaron a ser de fácil acceso para el ciudadano de a pie, con lo cual le dio cabida a la revolución de los derechos dejando atrás el rezago de los excesivos formalismos y de la tecnicidad rígida propia del Derecho clásico. De lo anterior no escapa ninguna rama de esta disciplina ya que todas se ven irradiadas por el fenómeno denominado constitucionalización del derecho.
Desde este fenómeno existen muchas consecuencias palpables como lo son la transformación del sistema de fuentes y la tutela como garantía de protección del ciudadano frente a los abusos de poder, pero el punto a tratar es una materialización social que se evidencia en los propios operadores jurídicos a los cuales conocemos como abogados.

El paradigma que antecede a la abogacía, impone una barrera social y unas costumbres arraigadas que se materializaban en la forma de vestir de los abogados, cuya concepción clásica se centraba en el uso de trajes y corbatas para los hombres y para las mujeres vestidos elegantes y tacones, lo cual se fomentaba dentro de las facultades de Derecho señalando la elegancia y el conocimiento que esto podía llegarle a transmitir a los clientes.
El uso de esa vestimenta, como un óbice para los abogados, tenía cabida en el derecho clásico con lo cual existía una asociación entre las personas casi simultánea entre abogado y traje (o vestido), pero esto cambio gracias a la constitución de 1991 y la flexibilización de la tecnicidad y la cercanía del derecho con el ciudadano, cuya consecuencia directa fue el desmonte de la barrera existente, en donde una corbata ya no es sinónimo de conocimiento o excelencia profesional ni unos tacones significan calidad y sabiduría.
Es por esto que ahora no existe un parámetro de vestimenta para los abogados y los estigmas sociales cada vez más, entorno a esta carrera, se están desdibujando entendiendo que la forma de vestir no hace referencia al conocimiento de una persona o al respeto que esta tenga por el otro.
Ahora los abogados pueden de igual forma pensar como cualquier persona y simplemente optar por vestir como ellos quieran o se sienten más cómodos, dejando atrás el tabú de los jeans rotos, los tenis, los piercings y demás prendas y accesorios anteriormente vetados y que su guardarropa pueda realmente reflejar su estilo y no unos moldes preconstituidos que son de la edad de piedra.
Comments