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Verdades incómodas

  • 9 abr 2019
  • 4 Min. de lectura

Los desfiles de compradores internacionales que no compran e influenciadores que no influencian nos demostraron que Bogotá Fashion Week es una plataforma que para bien o para mal logra reflejar los problemas que enfrenta la industria en Bogotá.


La semana de la moda en Bogotá, o más bien los tres días, ha sido un sueño del círculo de la moda en Bogotá desde hace varias décadas. Recordemos Bogotá Fashion en los años noventa y el Círculo de la Moda a inicios del 2000, ahora Bogotá Fashion Week se vuelve el siguiente intento por posicionar a la capital de Colombia como su capital de la moda. Sin embargo, el evento ha tenido problemas desde su inicio en el 2015 con su organización y logística (recordemos el incidente con el Colectivo Gris en 2016). Luego su transformación en una plataforma de negocios cuando la Cámara de Comercio de Bogotá decidió tomar las riendas del asunto en 2017 nos recordó lo que termina siendo la moda: un negocio.


Más allá de las nociones estéticas y artísticas que se pueden utilizar a la hora de criticar una colección, es importante recordar el fin último de los diseñadores en Colombia (y el mundo): vender. Sin grandes casas de diseño con años de antigüedad y un nombre que logre hacer la mitad del proceso de convencer a un cliente, la mayor parte de los diseñadores colombianos dependen de las ventas en sus puntos físicos para poder llegar a fin de mes, y a pesar de que los medios los endiosen o los nombren el próximo gran diseñador colombiano, si sus likes en Instagram y asistentes a sus desfiles no se traducen a ventas físicas, su negocio no se vuelve sostenible.


¿Irresponsabilidad de la prensa, del diseñador o nuestra? De todos un poco, pero sobre todo del desconocimiento de cómo funciona la industria y para quién realmente está enfocado el Bogotá Fashion Week. Sí, ver desfiles y un mar de outfits sacados de Pinterest es entretenido y nos permite actualizar Instagram, pero el evento tiene un propósito comercial el cual busca consolidar el clúster textil en Bogotá, uno que, si bien es de los más organizados de la CCB, no logra su meta final de lograr negocios con los compradores internacionales que lleven sus prendas a vitrinas en diferentes lugares del mundo. Nunca sabremos si fueron los diseños, los precios o el hecho de que la Macroferia se hubiera realizado durante la misma fecha, pero se rumorea que las ventas de esta edición de BFW no cumplieron con las expectativas de sus patrocinadores, tendremos que esperar al informe de la CCB para confirmar esto.


Ahora, si queremos entender la situación desde su raíz, hay que ir al fondo del problema de la moda en Bogotá (admito que no conozco lo suficiente como para afirmar que el problema sea de Colombia), no existe una cultura sobre el tema y muchas veces confundimos vestir bien (o caro) con saber del tema, cuando en realidad saber de moda va más allá de la capacidad para combinar cuatro prendas Inditex con un bolso de lujo.


El primero de los problemas que enfrentamos es que los costos de producción siguen siendo elevados, lo cual evita que un diseñador pueda producir grandes cantidades de prendas a un precios competitivos en caso de que algún comprador lo requiera. La mayoría de las producciones que cada año son exhibidas en BFW no están construidas para una venta en masa, lo cual no está mal, pero entonces hace que las ventas por unidad a compradores independientes sea la meta principal del negocio, lo cual, en un país como el nuestro, puede jugarle en contra a muchos de los diseñadores. Si bien, las marcas consolidadas ya cuentan con una clientela que tradicionalmente va a sus tiendas en busca de alguna prenda para lucir en su próximo evento de sociedad, los nuevos diseñadores le apuntan a un público distinto que lamentablemente no suele comprar local.


Esto nos lleva al siguiente problema que enfrentamos en Colombia al momento de formar una industria, no existe una cultura de compra que promueva lo local sobre lo internacional, por lo cual cuando tenemos que escoger entre un producto un poco más costoso de un diseñador colombiano, preferimos el genérico que trae cualquiera de los gigantes de la industria. La causa de esto puede ser el esnobismo que tenemos tan arraigado o el creer que los productos no valen lo que nos piden por ellos, pero sin importar cual sea la respuesta, esta falta de motivación por creer en lo de acá perjudica a la industria más de lo que podríamos llegar a imaginar.


Por último, están las propuestas que varios diseñadores insisten en presentar colección tras colección. Ya sean los boleros a la Johanna Ortiz o los pantsuits en estampados y paletas de colores diferentes, las pasarelas Bogotá Fashion Week han visto mucho de lo mismo por varios años. No son todos los diseñadores y sin duda muchos como Jorge Duque Vélez han logrado crear una identidad de marca, pero el grueso de las presentaciones evidencian que a muchos aún les falta para crear algo que sea genuinamente propio y no algo que Zara recicló de una colección de NYFW o PFW. Tal vez ideas propias y creativas logren justificar los precios de las prendas o motivar a clientes locales e internacionales a creer en el diseño bogotano.


Nos quedan muchas dudas sobre esta edición de Bogotá Fashion Week, ¿por qué el segundo día lo cerró un desfile compartido de vestidos de baño?, ¿por qué Juan Pablo Socarrás presentó su colección por fuera de la plataforma?, ¿seguirán realizando el BFW a pesar de que no produzca ingresos? Tal vez ya es hora de dejar de darnos palmaditas en la espalda y abrir los ojos sobre los problemas reales que enfrenta la industria de la moda en Bogotá y tratar de proponer soluciones y no pañitos de agua al problema real. Tal vez la falta de cultura esté golpeándonos y demostrándonos que sin un funcionamiento holístico la industria no podrá avanzar, tanto diseñadores, como compradores y prensa. Tal vez dejar de intentar copiar lo que hacen por fuera y seguir trabajando en nuestra identidad sea lo que necesitamos. Bogotá Fashion Week es una plataforma necesaria para la industria, solo esperemos que podamos seguir aprendiendo de nuestros errores y consolidar una propuesta clara y propia.

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